Saturday, March 22, 2008
Thursday, March 13, 2008
ANATOMÍA DE GRELO. EPISODIO 3
Al Dr. Gregorio Casa le preocupaba más sin embargo la causa subyacente al estreñimiento que trajo al paciente al hospital:
-Humm... Podría ser lupus... O quizás sarcoidosis.
Sacó de su maletín una minipizarra Fisher-Prize y unos rotuladores Vileda y se puso a escribir como un poseso.
-A ver, chicos. Tenemos dos signos clínicos prínceps: estreñimiento de 48 horas de evolución y deterioro cognitivo. ¿Qué más cosas podrían ser? Hay que descartar causas infecciosas y autoinmunes.
Jorge, el co-R de Meredith de Cirugía general se aventuró a replicarle:
-Perdone, Dr. Casa, pero el deterioro general del paciente ya es crónico y es consecuencia de una demencia mixta de origen vascular y senil. El estreñimiento quizás se deba a algunos de los múltiples fármacos que el paciente toma, incluido el tramadol que tiene pautado para aliviar el dolor de su artrosis generalizada.
-Tonterías. El deterioro cognitivo nos está queriendo decir algo, algo que no sabemos interpretar. El cerebro de este paciente es algo así como el marinero de un barco a punto de naufragar que envía señales de s.o.s. para alertar de su situación. Nosotros somos los radioaficionados que tenemos que escuchar esas señales e interpretarlas. Hacerle una resonancia magnética cerebral y un TAC abdominal. Cuándo tengáis esas pruebas nos llamáis y entonces hablamos del ingreso.
Continuará...
Saturday, March 08, 2008
MI ROTACIÓN EN CIRUGÍA
Vuelve "Anatomía de Grelo"...
EPISODIO 2
Ling Ling ya comenzaba a estar harta. Era su tercer día de rotación en Urgencias y ya se había chupado una mañana entera en las consultas llamadas de “Filtro” por ser aquéllas donde se ve la patología menor, viendo catarros, gripes, amigdalitis, cefaleas tensionales, crisis de ansiedad, roturas de frenillo, cistitis y contusiones varias; y los otros dos días se los había pasado haciendo tactos rectales a viejecitos estreñidos, pautando oxígeno, corticoides y nebulizaciones con broncodilatadores a enfermos broncópatas y cosiendo heridas leves derivadas por algunos médicos de los PACs de las cercanías del lugar. Y, cómo no, desimpactando fecalomas. Aún tenía fresco el recuerdo de su primera desimpactación, el primer día de trabajo. Cómo olvidarlo teniendo en cuenta que acabó llena de mierda. Hasta entonces lo más relacionado con
Mientras, en el otro control, Meredith pugnaba por hacer entender a los acompañantes de una paciente que en aquellos minúsculos cubículos compartidos por 3 pacientes a la vez únicamente se permitía la presencia de un acompañante por enfermo y no de media aldea como era el caso que le afectaba, a lo que el personal hacía oídos sordos. Finalmente decidió desistir y llamar a Neurocirugía ya que se trataba de una viejecita ensintronada del asilo de la esquina que se había caído de la cama en la que se hallaba postrada desde hacía tiempo, sufriendo un traumatismo craneoencefálico que había derivado en una hemorragia epidural que la mataría si no lo hacía antes una septicemia secundaria a las úlceras de decúbito infectadas a saber por qué malcarados gérmenes que afectaban a varias regiones de la economía corporal de la pobre paciente. Una vez puestas las órdenes médicas -incluido un antibiótico endovenoso de amplio espectro para aquellas úlceras- y ordenado el traslado de la afable ancianita al Área de enfermos críticos, se dirigió al despacho y llamó al neurocirujano de guardia. Le contestó el residente quien le dijo que bajaría enseguida. Media hora después apareció el residente de Neurocirugía acompañado de su adjunto y cuál sería la sorpresa de Meredith al ver que éste último no era otro que: ¡el viejo calvo sobón con halitosis de la que fue la peor noche de su vida! Intentó huir pero ya era demasiado tarde; el “buitre leonado” como ya le había bautizado ya había fijado la mirada en su presa. Se acercó a Meredith y dijo: “Vaya, vaya, ¡qué sorpresa más grata! Y ¡qué pequeño es el mundo!” –a todo esto el residente que le acompañaba miraba a ambos con cara de pasmado sin apenas entender qué pasaba-; “Así que entonces ya conoces a Meredith Grelo…” –añadió-.
- Bueno, digamos que
Meredith empezó a sentir una desagradable sensación nauseosa mientras estrechaba la mano de aquel gañán. ¡¿Cómo había podido ser tán estúpida como para haberse dado el lote con semejante engendro?! Y peor aún, ¿por qué todo tenía que salirle tán mal?; ahora resultaba que el “buitre leonado” era un adjunto del hospital donde trabajaba y, en consecuencia, técnicamente era su “jefe”. Durante unos segundos, solamente unos segundos, sopesó la idea de abandonar su plaza y repetir el examen MIR, aunque rechazó inmediatamente dicha opción; y es que ella estaba allí para formarse y llegar a ser una buena cirujana y eso sería precisamente lo que haría, sin dejarse amilanar por nadie, y menos por un neurocirujano calvorota y fondón con halitosis franca.